EL SER HUMANO, ENTRE EL AMOR Y LA VIOLENCIA

EL SER HUMANO, ENTRE EL AMOR Y LA VIOLENCIA

La violencia como producto de nuestra cultura, lo ratifica el “Manifiesto de Sevilla” de 1986, difundido por la UNESCO: “La violencia es un fenómeno específicamente humano, producto de la cultura”; en otra de sus proposiciones dice “La violencia no se hereda genéticamente, sino que responde a factores contextuales del entorno social y ecológico”, por lo que la violencia no es un fenómeno inherente a la naturaleza humana.

La vida del ser humano se va construyendo entre el amor y la violencia, poco a poco, desde que se encuentra en el vientre materno. Tanto el amor como la violencia son construcciones sociales; son resultados, son efectos de como se ha ido desarrollando el vínculo afectivo durante toda la vida del ser humano. A mayor vínculo afectivo mayor nivel de construcción del amor, el vínculo afectivo fortalece el amor.

Por otro lado, los estereotipos de superioridad gobiernan la conciencia del ser humano, que le impide establecer una diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo; por lo que el desarrollo de la conciencia humana es el camino hacia una paz duradera.

Una conciencia social con un alto grado de formación debe poseer sinceridad, convicción y responsabilidad de todas nuestras acciones y decisiones. La experiencia, los aprendizajes sociales y culturales, y la necesidad del ser humano de comunicarse e interactuar con otros seres humanos para satisfacer sus necesidades, cumplen un papel fundamental en su desarrollo.

La conciencia social se desarrolla en base al interés que el ser humano muestra por los demás, su preocupación por que toda la especie humana pueda sobrevivir, su preocupación por la vida de la otra persona; y este interés se va desarrollando en la medida que se construye el amor entre los seres humanos.

Cuando hablamos de vínculo afectivo, estamos refiriéndonos a las dos personas responsables de la generación de una nueva vida: hombre y mujer. Ese es el vínculo completo.

En la medida en que se desarrolla el vínculo afectivo, éste va determinando también los niveles de construcción del amor y la violencia. El espacio que deja el vínculo afectivo porque no ha sido desarrollado, lo ocupa la violencia.

El vínculo afectivo es el potencial que trae todo ser humano al ser creado en el vientre materno por papá y mamá.

El vínculo afectivo se desarrolla a partir de una conciencia de igualdad, y está conciencia de igualdad se desarrolla a partir de una creencia de igualdad.

Una creencia de superioridad interfiere con el desarrollo de una conciencia social, el vínculo afectivo se debilita y bloquea la construcción del amor.

La conciencia social debe ser capaz de trascender todas las barreras ideológicas, culturales, territoriales; evolucionar esta conciencia social es pensar en la sobrevivencia y conservación de toda la especie humana; es traspasar todas las barreras de individualidad: desde el yo primitivo, luego mi familia, posterior mi pueblo, mi comunidad, mi territorio, mi imperio, mi estado, mi país. En este concepto de conciencia social está incluido el yo, pero ese yo que no puede sobrevivir sin la compañía, el apoyo y la ayuda de los demás seres humanos.

El desarrollo de toda sociedad se fundamenta en la paz y seguridad; la muerte violenta no es nada más que el corolario de una cadena de sucesos de venganza como producto de heridas abiertas que cicatrizan, pero nunca se cierran mediados por una serie de estereotipos de superioridad que culturalmente son transmitidos de padres a hijos, donde cada quien cree sentirse más superior al otro, que cree que tiene el poder de lastimar, discriminar, humillar, intimidar, dominar y hasta de arrebatarle la vida.

Nelson Mandela decía que “La Educación es el gran motor del desarrollo personal, es el arma más poderosa para cambiar el mundo”; por lo que la educación de la conciencia es una tarea permanente y de todos: la familia, las instituciones educativas y la sociedad en general y de cada persona en su esfuerzo por ser mejor ser humano, con conciencia de ser humano.

La educación en una creencia de igualdad de los seres humanos, permitirá desaprender los estereotipos existentes de superioridad humana, y aunque es una tarea muy compleja al estar instaurada desde hace más de 10.000 años, transmitiéndose de generación en generación como una herencia cultural; es posible lograr cambios graduales para nuestras siguientes generaciones y el siglo venidero.

Es necesario que los padres aprendan a modelar comportamientos igualitarios: Los adultos y las figuras de autoridad en la vida de los niños pueden desempeñar un papel fundamental al modelar comportamientos igualitarios en sus propias acciones y relaciones. Esto implica tratar a todas las personas con respeto y dignidad, sin importar su género, y evitar la reproducción de estereotipos de género en las interacciones cotidianas; ofrecer a los niños una educación que promueva la igualdad de género y desafíe estos estereotipos.

La violencia impide desarrollar el amor; pero a su vez solo el amor es capaz de contrarrestar la violencia; he aquí la complejidad en la que siempre se ha visto envuelto el ser humano para lograr un cambio en sus vidas.

La base para el desarrollo de una conciencia social se encuentra en la vida afectuosa y de comunicación que envuelve al ser humano mediante ese sentimiento tan profundo que es el AMOR.

El amor nos inspira y nos motiva. Es que ese es el efecto del amor, el amor es sentir la vida, es sentir que estamos vivos, es la vida misma. El amor es la fuerza de la existencia humana.

Un pensamiento de superioridad sobre las otras personas obstaculiza el mantenimiento de relaciones estables y duraderas, e impide construir una verdadera relación de amor y amistad y un vínculo afectivo en la relación familiar con la pareja y sus hijos.

Toda obediencia ciega sin espacio para la libre expresión, siempre la reacción del niño será de rebeldía o sumisión definitiva, porque la obediencia absoluta sin explicación del porqué de sus actuaciones erróneas o equivocadas no generará una comprensión de las mismas; por lo que Dongo A. (2023) dice:

…Hay dos factores distintos que condicionan la toma de conciencia: la coacción del adulto conduce a una noción realista de la regla debido a que no permite comprender los motivos de los actos propios y ajenos. La cooperación, unida al afecto mutuo, permite la comprensión de la norma y, por lo tanto, la noción subjetiva de la misma…”

La educación es un proceso formativo que reviste una total responsabilidad por la vida y formación del ser humano, y los padres tienen ese rol trascendental al tener el poder de generar una nueva vida, un hijo sea hombre o mujer; responsabilidad que no admite delegación alguna. La educación formal a través de las diferentes instituciones educativas complementa y ayudan a este proceso formativo.

La base de la formación y desarrollo del ser humano para tener una sociedad más humana, sin violencia y que nos lleve a una cultura de paz, se encuentra en el vínculo afectivo que ambos padres deben crear con el hijo o hija, desde el embarazo de la madre y durante toda la vida; vínculo afectivo caracterizado por el amor, el cuidado, la protección, el cariño, la ternura, la sonrisa, palabras agradables; educarlo con amor y no con violencia, porque no existe una educación sin amor.

El amor no aparece de la noche a la mañana, es una construcción afectiva llena de aprendizajes fruto de la relación entre padres e hijos a lo largo de su historia de relación entre ellos, vínculo que se fortalece día a día durante los años de permanencia como familia. Este vínculo afectivo es fundamental para la supervivencia de la especie. 

Ningún ser humano nace odiando a otro ser humano por el color de su piel, sexo, religión, origen; Nelson Mandela también decía que, si el odio se enseña y aprende, el amor también es objeto de enseñanza y aprendizaje.

 

La responsabilidad materna y paterna, es una responsabilidad mutua al decidir tener una familia, el ser padre o madre no es solo decirlo sino serlo; y para serlo es necesario que el verdadero padre no se permita causarle daño alguno, sino más bien prodigarle todo el cariño, la ternura, el amor, la atención y los cuidados necesarios para que crezca y tenga un desarrollo sano, tanto física, psicológica y socialmente; es necesario transmitir una herencia cultural de igualdad y de un amor incondicional. 


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